MOT

“La muerte que es celosa y es mujer se encaprichó con él y lo llevó a dormir siempre con ella”, Fito Páez.

La roca comenzó su caída, como tantas otras veces.  Sin embargo a diferencia de aquella última ocasión, nada pudo contenerla.

Arrasó los valles que se encontraban a su paso, los jibrimint, unos hombrecitos que no superaban los 30 centímetros de altura, le vieron pasar sin poder hacer otra cosa que no fuera contemplar como aquella roca destruía en un segundo todo lo que conocían.

Ya antes había caído al menos un par de veces, pero siempre fue capaz de detenerse antes de provocar cualquier catástrofe, parecía escuchar las voces que le hablaban pidiéndole un poco de cordura.  La roca  entonces se detenía o cambiaba un poco su curso sin tocar aquella aldea de jibrimint.  Todos festejaban, charlaban, cantaban y al día siguiente, sin importar lo sucedido el día anterior, la roca se encontraba firme nuevamente sobre aquella su colina.

Esa roca siempre había estado ahí, tan vieja como el valle que protegía.  Así mismo MOT, como alguien había decidido llamarle en algún momento, llegó a cubrir en más de una ocasión con su sombra alguna amenaza.

Esta vez apenas les había dado tiempo de hacerse a un lado para no irse con la inercia de MOT.  La vez que más cerca había estado de arrasar con la aldea, justo en el último centímetro posible tomo impulso para brincarla y caer sin daño alguno un centímetro más allá del límite de esta hermosa villa.

No era la roca más grande, no la más fuerte del valle, sin embargo era la única que logró que creciera a su alrededor una aldea, emergiera una enorme laguna de agua cristalina y los caminos aledaños parecieran enormes e interminables tapices creados con flores.

Esta vez no hubo forma de cambiar el destino.  Al deslizarse dejó de atenuar la deslumbrante luz del sol, los jibrimint encandilados poco pudieron hacer.  Aún se tenía la esperanza que, como aquella vez, la roca volara sobre la aldea, no sucedió.  

El desastre estaba hecho, los tapices de flores que conducían a la aldea fueron destruidos, la aldea misma quedó partida a la mitad.

Justo dos metros más allá del límite de  la aldea la roca se detuvo y quedó completamente inmóvil.  Los jibrimint aún no lograban recuperarse de lo que acababa de suceder.  Los porqué, comenzaron a escucharse en la boca de la mayoría.  Se formó una comitiva que acabó siendo integrada por todos los pobladores, querían ir a donde MOT yacía y exigirle una explicación.

La roca ya no se encontraba, su rastro era inconfundible, pero la masa que le componía había desaparecido.  El cielo oscureció repentinamente, MOT cubrió el sol por un segundo para desaparecer esparciéndose por todo el valle.

De alguna forma MOT sin estar ahí, se volvió parte fundamental de la aldea, aquella huella que le dividió permaneció intacta.  La roca había dejado de observarles inmóvil desde aquella cima, ya no lograban verle.  Se destruyó para seguir presente. Volvieron los tapices de flores, el agua cristalina, la belleza de la aldea, y la eternidad de MOT.
 

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