COSME

Una mesa vieja que parecía estar a punto de romperse, sobre ella la computadora de un modelo que daba la impresión de haberse extraído de una película del Santo, algunos papeles, una botella de vino tinto que tenía poco menos de la mitad del contenido, y un vaso al que le sobraba aún un pequeño sorbo.

Sentado sobre una silla Cosme, como había decidido llamarse simplemente porque en algún momento le gustó Café Tacuba,  observaba un par de imágenes en la computadora, fotografías que hace algunos años había realizado; mientras daba ese último sorbo al vaso y sonreía con tristeza,
como si las fotos le llevaran a otro momento.
 
Apenas contaba con poco más de 40 años pero por su apariencia perfectamente le podrían calcular 55, el rostro pálido y destruido por el paso del tiempo mostraba una serie de arrugas que no debían encontrarse ahí, el cabello largo, en algún momento fue castaño, estaba cubierto casi en su totalidad por las canas; delgado como siempre había sido ahora daba la apariencia de no poderse mover un par de metros sin que se le fuera a dañar algún hueso.  Se levantó de esa silla, y ocultó las imágenes que observaba, como si las quisiera esconder de la mirada de alguien, volteo a su alrededor y vio lo que sabía que iba a encontrar, estaba solo – que pendejo si no hay nadie- dijo con una voz casi imperceptible.

Caminó unos segundos por su solitario departamento, tomó los restos de unas galletas que estaban olvidadas en la alacena y volvió a su mesa a continuar observando y recordando, mientras a sorbos la vida se le consumía como la botella de vino. Por un momento volvió a observar aquellas fotografías, lo hizo con la misma pasión con que lo había realizado años atrás, aquellos recuerdos comenzaron a atormentar su cabeza.  La sonrisa desapareció completamente de su rostro, sintió un dolor, como ese característico de la migraña, dejó caer con fuerza la cabeza sobre la mesa y golpeo su frente en la computadora y así permaneció sin movimiento alguno.

Dentro de su estado semiinconsciente los recuerdos de aquella chica comenzaron a inundar su mente, la pantalla de la computadora le mostraban de forma interminable las dos imágenes de la chica, perdida en el tiempo.

-Me gustas mucho- le dijo de forma casi inaudible cuando ella se estaba retirando, y así como esa ocasión varias veces lo había guardado, la prudencia le decía que esas palabras no debían salir de su boca, -Bonita la hora en que decidí dejar de ser un hijo de puta- mencionó esta vez en voz alta y dando un golpe  a la pared cuando ella ya se había ido.
  
Era como los alcohólicos, se encontraba en la etapa de negación.  A pesar del temblor que sentía en ese odioso musculo palpitante que tenía en el pecho cada que aquella chica de cabello rizado se acercaba a él, se repetía una y otra vez no la amo, sólo me gusta es muy atractiva, pero los sueños y las pocas fotografías que conservaba constantemente lo llevaban a ella.

Poco a poco abrió los ojos, su cabeza continuaba con el dolor de cabeza. Como si fuera un remedio contra ese dolor se sirvió un poco mas de vino en el vaso, -esto se toma en copa chingao- y moviendo la cabeza como lamentándose lo tomó de un solo trago.

Sin dejar de ver ese par de fotografías “eternas” en la computadora los recuerdos volvieron a rasguñarle, estuvo a punto de retirarse a la calle pero cuando se levantó e intentó caminar hacia la puerta algo que no pudo explicar lo volvió a la silla y literalmente le fue imposible volverse a levantar.  Hizo el intento por servirse un poco más de vino, pero arrojó el vaso al suelo y como un alcohólico bebió directamente de la botella.  

A pesar del tiempo aún guardaba en el celular su número telefónico, mientras buscaba en el directorio del celular le recordaba sentada junto a él, sintió nuevamente en su mano aquel ligero roce en su pierna que guardaba en ese espacio que odiaba del pecho.  Encontró su número en el directorio Ne…, y presionó el botón de marcado, después de tantos años estaba seguro no le contestaría.  Contrario a lo que pensaba si hubo respuesta, - hola, Cosme que milagro, cómo estás -, como un adolescente se sorprendió con la respuesta y quedó petrificado, el cabello le caía sobre el rostro, -Cosme estás ahí? – colgó de inmediato y arrojó el celular hasta el otro lado de la habitación.

Decidió que no era posible continuar viviendo así, los recuerdos de esa chica seguían retumbando en su cabeza y las fotografías lo observaban desde la computadora.  Se puso a caminar por todo el departamento buscando la manera más sencilla de morir, el corazón ese ridículo musculo palpitante insistió en continuar su labor a pesar de la oposición que él tenía por continuar adelante.  No encontró una forma de hacerlo, - luego encontraré un buen método -, mientras tanto volvió a sentarse en aquella vieja silla, tomó el último trago de vino directamente de la botella y continúo con su labor de ver incesantemente las fotografías. 

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